Pergamino Plinio el Viejo - Pergamino de papiro
Un texto escrito en un rollo de papiro es un libro para la eternidad. Con este pergamino, dispondrá de cuatro metros ent eros de palabras y pensamientos para la escritura o el diseño gráfico.
Lo duradero que es el papiro (en latín cyperus papyrus = rocío de papiro) lo demuestra, por ejemplo, una tradición del siglo II d.C. Un médico llamado Galenos informó de que había leído un pergamino de más de 300 años de antigüedad. Los modernos métodos arqueológicos de datación lo confirmaron.
- Longitud total del pergamino 400 cm
- Altura total del pergamino 30 cm
- Pergamino de papiro auténtico
- Hecho a mano según descripciones antiguas
El pergamino
El rollo antiguo llegó a Grecia y Europa a través de Egipto. El "libro" de papiro llegaba a los mercados romanos en rollos, generalmente compuestos por veinte hojas de papiro (kollemata). Se escribía preferentemente en el interior del rollo (recto), donde la dirección de la fibra del papiro corría horizontalmente y ofrecía así la menor resistencia al tubo de escritura (calamus) o a la pluma (penna scriptoria). Usted también puede escribir como los antiguos romanos: en las páginas de nuestra tienda romana encontrará todos los utensilios para su taller personal de escritura romana, su "scriptorium".
Historia del libro antiguo
Sólo en la primera hoja de un pergamino (izquierda), las fibras corrían verticalmente (verso). Esta hoja, el protokollon, no sólo permanecía en blanco, sino que también servía como cubierta protectora del pergamino. La escritura se realizaba en columnas paralelas de diferente anchura. Los escritos científicos y filosóficos se escribían en columnas anchas, los discursos en columnas estrechas. Los autores antiguos escribían incluso a través de los bordes pegados de las hojas de papiro. En la época romana, los textos solían separarse con puntos entre las distintas palabras, lo que facilitaba su lectura. Por último, un pergamino estaba provisto de un ombligo de libro (tituli) hecho de pergamino auténtico. En él se escribía el nombre del autor o el título del libro.
De este modo, cada pergamino podía encontrarse rápidamente en el cesto de mimbre previsto para ello, la "cista".
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