Emperador Augusto
Gobernante culto e inteligente, con la mirada puesta en el pueblo. El orgulloso hijo adoptivo de César, de personalidad fascinante, alcanzó un gran prestigio en el Imperio Romano a la edad de 18 años.
Augusto transformó el Imperio Romano en una monarquía pacífica. No era emperador ni tenía el título de rey. Sin embargo, esta hábil maniobra no perjudicó en lo más mínimo su elevado rango. Al contrario, le hizo aún más popular.
- Busto expresivo de Augusto
- con corona de laurel
- realizado en fundición de alta calidad
- Réplica fiel de unos 45 cm de altura
Esto allanó el camino de su éxito y le hizo aparecer como un gobernante simpático y filantrópico. Cuando la terrible guerra civil llegó a su abrupto final y la población de Roma tuvo que luchar contra el hambre y otras catástrofes, se produjo el punto de inflexión. Las feroces batallas fueron sofocadas con éxito por las tropas de Augusto y condujeron finalmente a la ansiada victoria. Se decía que el gobernante Augusto tenía un gran sentido del humor y un extraordinario talento para los idiomas.
Supuestamente, sus ojos poseían una energía radiante y cautivaban al pueblo. Los juegos de dados prohibidos y las fiestas viciosas eran sus pasiones personales, a las que se entregaba ampliamente. Llegó el momento en que Augusto se retiró de su cargo político y transfirió el poder a su hijo Tiberio.
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